Los conceptos se confunden con frecuencia, incluso en los medios más especializados, pero señalan realidades bien diferentes
Hablar con propiedad siempre resulta importante, pero la tarea se suele presentar dificultosa en cuanto el tema requiere un mínimo de especialización, y sobre todo en los casos en los que un concepto parece intercambiable por otro; cuando la realidad demuestra que no es así, ni mucho menos. En la jerga económica, tanto en la calle como en ciertos expertos e incluso en algún que otro medio de comunicación, se confunden con frecuencia dos términos para nada intercambiables y que siempre conviene diferenciar: Comercio Internacional y Comercio Exterior. Hoy vamos a explicar la diferencia.
De acuerdo al experto Guillermo Rivas Plata Garay; miembro del Talent Group Unión Europea, presidente de honor de ACOCEX, coordinador pedagógico de cursos de Comercio Exterior e integrante del Equipo Técnico de la Cátedra de Comercio Exterior de la Universidad de Valladolid, el comercio internacional comprende, en un modo general, todas aquellas transacciones comerciales entre países que mantienen acuerdos de bilateralidad comercial. El motivo del intercambio no supone conflicto alguno en la denominación, tan solo los agentes implicados, por lo que el comercio internacional integra tanto productos como servicios, mercancías materiales y bienes inmateriales.
Por otra parte, el comercio exterior supone las transacciones comerciales entre estados miembros de la UE y terceros países; dicho de otro modo, entre aduanas diferentes. Se opone así al mal llamado comercio intracomunitario, que no es otra cosa que el intercambio de bienes entre estados miembros de la Unión Europea.
Siguiendo la propiedad del lenguaje, en el caso del comercio exterior las transacciones comerciales se dividen en exportación e importación; mientras que en el intercambio de bienes entre estados miembros, estas mismas operaciones responden al nombre de expedición e introducción. Así, sería incorrecto hablar de “exportaciones entre España y Francia”, por ejemplo; una base elemental que conviene tener en cuenta antes de hablar de cualquier otra acción de comercialización internacional.